El más extraordinario sonido que jamás he escuchado, capaz de elevar y hundir sentimiento, respiración y pensamiento de forma indistinta hasta la conmoción.
Hondo como el nacimiento y el sexo, ambos recibidos entre las piernas y los brazos abiertos, pero también como la muerte. Sublime en el transporte sobre los claroscuros del ser y el alma descubiertos entre sonidos dulcemente graves, tan digno de reflexión y elevada espiritualidad como siento con Pau Casals, como de abrazar las más hondas pasiones de la vida, algo que descubrí escuchando a Jacqueline du Pré.
Violoncelo, violonchelo, chelo, cello inmenso y curvado para entregarse sobre él en una postura amatoria de abrazo, siempre necesario tocarlo con todo el cuerpo y toda el alma, como sólo es posible amar.
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